Época: Asia y África
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1660

Antecedente:
Persia



Comentario

Dentro del Imperio persa coexistían amplias zonas desérticas, montañas escarpadas y florecientes enclaves de rica agricultura, sobre todo en la tan disputada Mesopotamia. Las diferencias regionales no eran sólo naturales, sino artificialmente provocadas por Abbas, que realizó enormes deportaciones de población desde el Azerbaidján, Armenia y Georgia hacia Irán, tanto por motivos militares como para causar el empobrecimiento del Cáucaso y alejar las apetencias de otomanos y rusos.
La propiedad de la tierra fue acumulándose cada vez más en poderosas familias terratenientes. Inicialmente se premiaba el servicio militar de los jefes turcomanos con tierras de la Corona, "tiyuls", feudos que se fueron haciendo hereditarios. Tras las reformas de Abbas, volvieron a repartirse "tiyuls" a los nuevos cabecillas del ejército, repitiéndose el nacimiento de fuertes familias propietarias, cada vez más al margen del poder del shah. Las tierras entregadas a las clases religiosas dirigentes tuvieron el mismo resultado. Los impuestos sobre la tierra, una de las mayores fuentes de ingresos de la Corona, recaían sobre los campesinos, que podían ser aparceros, colonos o incluso pequeños propietarios. En general, las noticias de que disponemos indican que los campesinos mejoraron su condición con la llegada de los sefévidas y se aprovecharon de la prosperidad general mientras duró, aunque en los últimos tiempos de la dinastía el aumento de los impuestos deterioró de forma considerable su situación.

El comercio era el sector económico más activo en esta zona del mundo que atravesaban las caravanas que iban desde el norte de la China y la India hasta las costas mediterráneas, para expandir por Occidente los productos orientales, sobre todo la seda. Las carreteras y caravansares construidos por Abbas estimularon el comercio, fundamentalmente el de la nueva capital, Ispahan, a la que fueron trasladados comerciantes armenios, que con un régimen de bajos impuestos, autonomía de gestión y tolerancia religiosa controlaron el comercio de la seda. Las manufacturas, sobre todo de artículos suntuarios, se vieron favorecidas por la demanda de la Corte y del creciente comercio, aunque estuvieron exclusivamente encaminadas al benefició de la Corona, sin posibilidades de intervención para la iniciativa privada.

En su origen, eran egipcios los mercaderes encargados de comunicar la costa de Malabar y la africana oriental con el Mediterráneo a través del Mar Rojo, y con Persia, Turquía y Armenia a través de Ormuz. La llegada de los portugueses modificó esta situación y serán ellos los encargados de comunicar todos estos mercados, a los que sumaron el de las islas de las Especias, y a través de ellas China. Desde Ormuz, cierre del golfo Pérsico, se expedía seda, tapices y caballos a cambio de especias y piastras, moneda de plata portuguesa. En los últimos decenios del siglo XVI la creciente disgregación de la organización del comercio portugués, las resistencias locales y la aparición de competidores europeos pondrán en peligro su control sobre el mercado persa.

Los ingleses, en primer lugar, lo ambicionaban e intentaron acceder a él a través del Imperio ruso, con el que la Compañía de Moscú tenía relaciones desde que Chancellor llegara a Arkángelsk en 1553. La citada Compañía envió en 1561 a Jenkinson con este fin, y la delegación marchó a través de Astrakán, el Caspio, Bakú y el Chirván, pero a partir de 1581 se abandonó esta vía por la inseguridad del recorrido. Los deseos de Abbas de promocionar el mercado de la seda le hizo acoger bien a los comerciantes ingleses que operaban en el Gujarat y deseaban extender sus operaciones por el mercado persa. Desde 1604 les concedió licencia y protección para comerciar desde el puerto de Djask. Tras una serie de enfrentamientos con los portugueses, en 1622 persas e ingleses coaligados consiguieron arrojarlos de Ormuz, donde posteriormente se establecieron una factoría inglesa y otra holandesa. Desde entonces, la seda y la porcelana persa aumentaron la envergadura de las exportaciones, no sólo por el Indico sino por Europa. La holandesa "Vereenidge Oostindische Compagnie" aprovechó la guerra civil inglesa para apoderarse del mercado persa desde 1645, aunque hubo de hacer hueco a la "Compagie Française des Indes Orientales", que desde los años sesenta consiguió exenciones aduaneras y el título para Luis XIV de protector de los cristianos del Imperio (1683), es decir, de los sirios y armenios que habían solicitado su ayuda.